La importancia de poner normas y límites a nuestros hijos

La importancia de poner normas y límites a nuestros hijos

En la actualidad, muchos padres tienen miedo a poner límites a sus hijos. No han de tener miedo, los límites no son perjudiciales, sino todo lo contrario. Poner límites a sus hijos es como decirles: “Esto no se puede hacer y esto otro sí se puede”, o “Hasta aquí puedes llegar. Más allá, no”.

Una educación sin límites no funciona. Las normas marcan la organización que necesita una familia para que funcione. Los límites son una referencia para el niño: ayudan al niño a aprender qué está permitido y qué está prohibido, y para eso es necesario decirlo “no” y mantenerlo siempre que sea necesario. También le enseñan a saber renunciar a sus deseos y le preparan para tolerar la frustración, algo muy necesario en la vida. Este proceso de tolerancia a la frustración les va a enseñar a manejar la ansiedad y la agresividad.

Tener normas y límites también proporciona seguridad al niño, ya que saben quién está al mando y quién les guiará en su aprendizaje. Los padres están para proteger al niño y guiarlo en la dirección adecuada. Además, los límites también le aportan seguridad emocional, porque lo nuevo les desconcierta. Pensemos en cómo viven normalmente los primeros días de escuela: no saben a qué atenerse, están desorientados, sufren miedos e inseguridades. Unos límites muy flexibles, que cambien según el estado de ánimo de los padres, provocarán inseguridad en el niño.

Además, unos límites consensuados permiten la misma reacción de los padres ante situaciones y comportamientos similares y evitan desprestigiar la autoridad de la pareja delante del niño. En cada casa debe haber unos límites. El niño tiene que conocer esos límites y saber qué consecuencias (positivas y/o negativas) tiene si los cumple y si no los cumple. Y ambos padres también han de conocerlos y mantener las consecuencias.

Es muy importante que las normas y los límites que le ponemos a nuestro hijo, vayan acompañados de refuerzos positivos de sus conductas adecuadas, aquellas que queremos que se mantengan. Ya que así estaremos dedicando nuestra atención a aquello que hace bien, reforzando la conducta de nuestro hijo, y animándole a que la mantenga. Muchas veces dedicamos demasiado tiempo a reñir y señalar las cosas que nuestro hijo hace mal, olvidándonos de reforzar aquello que hace bien, ya que lo consideramos su obligación. ¡Es hora de cambiar esto!

ORIENTACIONES PARA UNA CORRECTA APLICACIÓN DE LAS MEDIDAS DE DISCIPLINA

El aprendizaje de los límites ha de empezar desde que el niño nace, pero, lógicamente, adaptado a su grado de desarrollo. A medida que va creciendo, los límites han de variar en cuanto a exigencia.

Los niños no vienen con las normas sabidas de nacimiento. Aprenden a comportarse poco a poco, y los maestros en este proceso son los padres. Ellos tienen que enseñarles qué conductas son deseables y cuáles no, poniéndoles los límites adecuados a su edad, fijando las normas que rigen en su casa y transmitiéndoselas de la forma más clara y comprensible posible.

Las medidas de disciplina que se adoptan deben ser proporcionales al comportamiento del niño. Para comportamientos leves las medidas deben ser más suaves que para conductas más graves o reiteradas. A la hora de seleccionar o concretar las medidas que vamos a emplear debemos ser realistas y proponer como medida aquello que sabemos que podemos cumplir, tanto los padres como el niño.

Además, las medidas deben estar pensadas con antelación, de manera que no se impongan en momentos de enfado o excitación, ya que en este caso es muy probable que sean desproporcionadas y tengamos que arrepentirnos e incumplirlas actuando de manera incoherente.

Estas deben adoptarse inmediatamente después de que aparezca el comportamiento inadecuado y se tiene que hacer efectivas lo antes posible. Por tanto, no es válido tomar medidas mucho tiempo después cuando la conducta casi se ha olvidado o tomar medidas que se cumplirán a largo plazo.

Las medidas de disciplina, sobre todo cuando se aplican con mucha frecuencia, deben de cambiarse ya que los niños se acostumbran fácilmente a ellas y entonces dejan de tener eficacia. Además, sólo resultan eficaces cuando las combinamos con medidas que refuerzan las conductas adecuadas; por lo que debemos combinarlas con el elogio, prestándole la atención adecuada o empleando la enseñanza directa.

Algo muy curioso y común es que los padres tienen a dar órdenes centradas en lo negativo, Con esto, sin darnos cuenta, estamos atendiendo la conducta inadecuada, estamos prestándole atención, transmitiéndoles a nuestros hijos el mensaje de que esa conducta es importante porque requiere atención. Es más conveniente hacer uso de órdenes positivas, prestando atención a la conducta que queremos que tenga lugar, además de estar diciéndole a nuestro hijo qué es específicamente lo que esperamos de él.


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¡Te esperamos en el próximo artículo sobre comportamiento, en el que os facilitaremos pautas y técnicas muy útiles para manejar los comportamientos inadecuados en vuestros hijos!

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